Berenice y su amado Tristán navegan una mañana de verano. El día se presenta nítido y nada presagia oscuros augurios. El olor a brisa fresca inunda sus sentidos. Hoy todo parece estar lleno de vida. Es como si el mundo acabara de nacer. Tan nuevo, tan reciente. A cada nudo que avanzan los minutos parecen intensos y llenos de misterio. Berenice lleva el timón y Tristán a sus espaldas la abraza con ternura. Parece querer apagar cualquier simulacro de incertidumbre que ose perturbar a su amada. Navegan rumbo a un destino incierto pero, nada importa cuando el amor es la razón de una locura.
La última vez que Berenice tuvo esa sensación de libertad fue a las faldas de su niñez. Cuando las preocupaciones no formaban parte de su mundo fantástico. Ayer todas las preguntas sin respuesta la velaron al anochecer para concluir que la única respuesta posible es la huída.
Dejaba atrás una vida de esposa respetada por todos. Y a cada segundo que avanza en su abandono más insignificante le parece lo que ayer fue inconcebible. Lo imposible es más posible que nunca. El viento parece llevar prisa y sopla a su favor con todas sus fuerzas.
Berenice se vuelve hacia su amado para sorber un poco más de su mirada. Pues los ojos de Tristán están cargados de la seguridad y confianza que ella necesita para seguir adelante...
Una sola mirada le basta para autoafirmar su motivo.
continuará..
Por D.S.D
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