Era nuestro Santuario. Un lugar donde recrear pociones y conjuros como si fueramos auténticos magos..
Dominábamos el espacio-tiempo y éramos capaces de concentrar algo tan poderoso en tan solo un metro cuadrado.
La materia que nos rodeaba quedaba muda, asustada, perpleja..., pero también confabulada.
El respeto era obvio. Y, a pesar de la cordura, de la posición de nuestros cuerpos y, el equilibrio que simulábamos, hasta un punto retorcido que rozaba la impertinencia, seguíamos siendo los mismos locos, con mirada perdida el uno en el otro, buscando el punto de apoyo que ninguno poseía...
Sin duda, éramos...
Éramos aquellos dos locos...vagando por la cocina...
Por D.S.D.
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